En estos días en que el otoño se arropa y los árboles dejan caer lo que ya cumplió su ciclo, el aire se vuelve más fino y el tiempo más lento.
Es el tiempo de Samhain, el antiguo fin del año celta, cuando el velo entre los mundos se hace delgado y las almas caminan cerca de nosotros.
Un cambio de ciclo
Samhain no es solo una fecha: es un umbral.
La Tierra se recoge, las raíces beben silencio, y la oscuridad, esa que tanto tememos a veces, se vuelve fértil.
En las antiguas aldeas, se apagaban los fuegos para volver a encenderlos desde un nuevo fuego común, símbolo de renacimiento.
Hoy, ese fuego puede ser interior: el de nuestra conciencia, nuestra gratitud, nuestra memoria.
Honrar a quienes fueron antes
En muchas culturas, este es el tiempo de recordar a los antepasados, no con tristeza, sino con amor y presencia.
En algunos hogares se deja un plato en la mesa, una vela encendida, un trozo de pan o un sorbo de vino.
Es un gesto sencillo que dice: “Sigues siendo parte de nuestra historia.”
En México, los altares del Día de los Muertos se llenan de flores, fotos, risas y ofrendas; en Asia, las familias encienden linternas flotantes; en Europa, se visitan los cementerios y se encienden velas en las ventanas.
En todos los lugares, una misma sabiduría: honrar la vida que nos precedió y mantener abierto el hilo del recuerdo.
El fuego que transforma
El fuego es el corazón de esta noche.
Purifica, ilumina y recuerda que incluso en la oscuridad hay calor.
Enciende una llama con intención: para agradecer, para soltar, para invocar claridad.
Si algo duele o pesa, entrégalo simbólicamente al fuego o al agua, y confía en la alquimia de la Tierra: todo lo que se entrega con amor se transforma.
El velo y el silencio
Dicen que esta noche el velo entre mundos se abre, y el tiempo se disuelve.
Quizás por eso los sueños traen mensajes, o sentimos más cerca a quienes amamos.
Escucha, pero no te pierdas: abre el espacio con respeto y por favor que no se te olvide cerrarlo siempre con gratitud.
Agradece a las presencias que se acercaron, apaga las velas con suavidad, respira y vuelve a tu cuerpo. Siente tu respiración, hazlo con consciencia.
El cierre es un acto de amor, una forma de mantener el equilibrio entre lo visible y lo invisible.
Hoy estaré en las alturas de Montserrat, en un retiro, más cerca aún de ese velo invisible.
En esta montaña sagrada, en silencio y en retiro, entre mundos.
La piedra, el aire y el eco de los cantos antiguos acompañan la meditación y el recuerdo.
Desde este lugar de fuerza, elevo mi pensamiento por toda la comunidad, por nuestros ancestros y por la Tierra que nos sostiene.
Que el espíritu de Montserrat —su equilibrio entre cielo y roca— nos recuerde que también en nosotras habita un santuario.
La Tierra también necesita descanso
El planeta, igual que nosotras, busca reposo.
Samhain nos recuerda que la oscuridad no es ausencia, sino preparación.
Dejar ir, detenernos, no hacer: esas son formas de cuidar la vida.
Cada hoja que cae, cada noche que se alarga, es una invitación a rendirnos al ritmo natural.
Un pequeño ritual
Esta noche, si lo sientes, enciende una vela.
Coloca un pequeño altar con algo que represente a tus ancestros una foto, una flor, una piedra y un cuenco con agua o fuego.
Piensa en aquello que quieres dejar atrás y en lo que deseas que florezca en el próximo ciclo.
Agradece, suelta, respira.
Y cuando termines, cierra el espacio con una palabra de bendición o con un gesto sencillo: una taza de té caliente, una canción suave, un silencio largo.
Que este Samahin nos traiga raíces profundas, corazones encendidos y almas en paz.
Que recordemos a quienes nos precedieron no con pena, sino con ternura.
Y que cada una de nosotras encuentre su propio fuego para cruzar este umbral.
Y ahora, en este momento tan especial, entre velas, hojas secas y calabazas encendidas, quiero compartirte una receta que a mí me encanta:
una crema de calabaza sencilla y buenísima, perfecta para acompañar estos días de recogimiento.
Pon en una olla una cebolla y una zanahoria troceadas, con un chorrito de aceite de oliva.
Cuando empiecen a dorarse y a oler a hogar, añade la calabaza cortada en trocitos muy pequeños y remueve un poco.
Cubre con agua caliente y deja que cueza hasta que todo esté tierno.
Entonces añade sal al gusto, tritura con la batidora y vuelve a ponerlo al fuego suave.
Por último, incorpora medio bote de nata para cocinar, remueve con cariño… y listo.
Queda una crema suave, dulce y reconfortante, como un abrazo otoñal.
“Cuando la noche se hace larga, la Tierra sueña lo que pronto renacerá.”
LO MAS RECIENTE
Mariló Sánchez | Conecta Contigo ® 2025 | Política de Privacidad | Términos y Condiciones | By Conceptiva Digital